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Autocosificación: Enemiga del feminismo, amiga del mercado

Quería explicarle a una amiga qué era la autocosificación. No se me ocurría una idea hasta que me encontré viendo una serie sobre tratamientos cutáneos y cirugías plásticas. Lo digo de este modo porque no me considero precisamente fan de este tipo de contenido: Cambio de piel, transmitida vía streaming por Netflix. La serie muestra los casos de gente que tenía serias cicatrices de malas prácticas quirúrgicas, accidentes o enfermedades. 

En un terrible afán de que el público empatice con los protagonistas de estos terribles casos, la frase distintiva de la serie es el peligroso estandarte: “Hay una revolución en el mundo de la belleza. Los tratamientos cutáneos no tratan de cambiar quién eres, se trata de buscar tu mejor versión”

Una vez más, la aniquilante industria cosmética justifica prácticas que, lejos de mejorar la autoestima de quien las practique, por lo regular, empeoran la opinión que tienen de sí. No es de extrañar que la gente con estima dañada, incida en más intervenciones o tratamientos hasta parecer irreconocibles (¿me escuchas, Kim Kardashian?). En la serie, los cambios de los pacientes son tan radicales, que se volvían irreconocibles. Algunas prácticas son relativamente irreversibles. Por ejemplo, la liposucción obliga al paciente a cambiar su estilo de vida a uno más saludable. De hacer dieta y ejercicio, el procedimiento puede durar toda la vida, pero de no ser así, éste puede volver a subir de peso.

Las inyecciones de cortisona, según datos de la misma serie, tienen una duración de aproximada de 9 meses. Este dato que demuestra lo que ya sabemos: mantener “la belleza” tiene un costo económico muy alto. Para que los resultados perduren, hay que aplicar más producto por el tiempo que se desee mantener ese aspecto (es decir, siempre).

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Relación con la autoestima

Este tipo de contenidos, los que más nos incitan a la autocosificación, destruyen nuestra autoestima, pues tienen la finalidad de que consumamos productos, ¿o acaso crees que al mercado le conviene gente feliz con lo que tiene o es? 

Al volvernos consumidores, nos reducimos a objetos que necesitan mantenimiento y el mercado es quien nos puede proveer de lo necesario para hacerlo. Entre más objetos nos sintamos, más consumimos: el maquillaje, las dietas, los productos milagrosos, todo esto son las herramientas con las que “cuidamos” nuestros cuerpos. El desear cumplir con estándares de belleza inalcanzables que dependen de productos u objetos, así como el estrechar nuestras relaciones emocionales y personales con objetos nos convierte en números (clientes) o productos. Esto es la cosificación.

La autocosificación se da cuando una persona se ve a sí misma como un objeto o producto. Cuando tomas fotos de tu comida, de tus fiestas, con tus amigos, incluso la típica foto en ropa provocativa con una frase motivadora, para publicarlas en redes sociales, te estás convirtiendo en un producto de consumo para las mismas redes. Otro excelente ejemplo son los influencers: ellos mismos se han convertido en productos para vender otros objetos. 

No está mal ser dueños de nuestros cuerpos y decisiones, siempre y cuando estemos totalmente convencidos de que lo hacemos porque estamos bien con nuestros cuerpos, pero seamos realistas… Al publicar pequeños momentos de nuestras vidas en las redes sociales, de manera indirecta se busca aprobación de alguien. Si fuera el simple gusto de tomarse una foto porque uno se siente poderoso, o simplemente quisiéramos recordar un momento memorable, simplemente las guardaríamos en nuestros dispositivos.

La autoaprobación no tiene que ser del dominio público, pues paradójicamente, ésta termina cuando dependemos de la opinión de alguien más.

Autocosificación y relación con el feminismo

Uno de los objetivos de las luchas feministas (entre muchos otros) ha sido detener la cosificación femenina (una de las causas de la autocosificación). De ninguna manera afirmo que esta práctica sólo afecte a mujeres (he visto a más de un chico sentirse intimidado por la increíble musculatura de Henry Cavill); sin embargo, el tema que nos atañe en este momento es su impacto en el feminismo. 

Al hacernos partícipes de la autocosificación, estamos fomentando que industrias, como la moda, nos traten como objetos, ¿o tendrían algún sentido las luchas en contra de los estereotipos de belleza, si las propias mujeres se supieran objetos? 

Parece que ya se nos olvidó que los consumidores somos nosotros, ¿por qué permitimos que las empresas nos hagan sentir segregados, si nosotros somos los que elegimos qué comprar? Quizá una realidad es que el mercado ya nos rebasó. Martin Lindstrom en Brandwashed: El lavado de cerebro de las marcas lo explica todo: “Ellos escanean nuestros cerebros y descubren nuestros temores, sueños, vulnerabilidades y deseos más profundos e inconscientes”. Es fácil venderle productos a un conocido, pero sobre todo al hacerle creer que lo que tú tienes para ofrecerle, es lo que necesita.

Es claro que todos quisiéramos vernos más atractivos para el sexo opuesto, pero la publicidad hace que se nos olvide que lo más importante, que antes de la relación sexual, es estar contento con uno mismo. La autoestima es el arma más poderosa que tenemos contra el mercado. Darle fin a la autocosifiación favorece a nuestro cuerpo, espíritu y a nuestro bolsillo. Si vamos a querernos, al menos que nos motive el bolsillo.

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Sol Girón

Username: Soledad Morrison

Sol Girón. Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y con una pretenciosa licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, se ha dedicado a la docencia, al marketing digital y a la gestión de redes sociales. Le interesan la política, la moda, el transcurrir del tiempo y los universos paralelos, los temas de género; es memera de corazón y sarcástica por vocación. Melómana empedernida, amante de la narrativa contemporánea, del café y de toda la cultura vanguardista. No tiene algo más original que ofrecer más que historias desequilibradas y faltas de sentido.

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