Durante este confinamiento he estado reflexionando sobre la forma de comunicarme. Existen varios medios, tantas aplicaciones que sólo requiero descargar alguna para ponerme en contacto con tantas personas quiera. Por un lado, me siento feliz de que la tecnología me permita hacer hasta videollamadas, pero, por el otro, me parece una locura no poder escapar a ratos de la comunicación inmediata, que va en dos direcciones, la que ejerzo en otros y la que ejercen sobre mí.
He sido participe de diversos cambios para poder comunicarme: en un inicio parecía increíble toda la era digital, pero poco a poco he sabido adaptarme, no tanto como los nacidos hace un par de décadas, pero lo intento y apuesto que para ellos sería un gran reto adaptarse a tener lo que yo tuve en un principio.
Cuando era pequeña y quería saludar a un amigo, íbamos a su casa, lo visitábamos, pasábamos tiempo juntos. Solía ser decepcionante si no se encontraban en casa, pero aprovechaba el viaje y podía visitar otro lugar o simplemente disfrutaba de salir un rato. Cuando un amigo tenía que mudarse, le escribía con la esperanza de que el correo le entregara pronto la carta que había escrito con puño y letra, hasta le agregaba dibujos tratando de ilustrar mi narración; pocos años después esto evolucionó y podía hacer una carta hecha a máquina de escribir y ahora anexaba alguna foto que yo misma había tomado y mandado a revelar, ¡era extraordinario!
En ese entonces, también usaba los teléfonos de la calle o de alguna farmacia, con por un par de monedas podía hacer una llamada rápida. Poco después, cuando la economía lo permitió, pude comunicarme por teléfono desde mi casa, con la esperanza de encontrar en la suya a la otra persona, para poder platicar un rato; si no se encontraba o rechazaba contestar, me causaba una leve decepción, pero no tenía más que volverlo a intentar, esperar su llamada o, aún mejor, verla en persona.
Poco tiempo después, la computadora y el internet ofrecieron una nueva dinámica, ya no necesitaba esperar tantos días a que llegara el correo, para entonces ya era digital. Sin embargo, tuve que enfrentar una nueva decepción, cuando la otra persona no tenía internet o no estaba conectada en el mismo momento que yo, no me quedaba más que esperar su respuesta, aunque seguía siendo más fácil verla al día siguiente y platicar.
Un nuevo aparato apareció, nuevamente tuve que adaptarme, ahora podía traer un teléfono móvil (celular), con el que podía llamar y enviar mensajes con la esperanza de que la otra persona tuviera cobertura o saldo para ponernos en contacto. Empezaba una nueva crisis en mí, ya no sólo era decepcionante cuando no contestaban las llamadas o mensajes, era preocupante: “¡Contesta, para eso traes un móvil”, fue una frase muy sonada en esa época. Y es que no sé si era por una necesidad real, pero tenía prisa por recibir respuestas, aunque mi mensaje podía ser sólo un par de signos que comenzaba a ser un nuevo lenguaje: “:), :(, :,(”.
Ese celular me mantenía entretenida, no tanto por llamar o enviar mensajes, sino porque contenía un videojuego, me permitía guardar y reproducir música, que a su vez podía intercambiar con los demás, esto me ofrecía una nueva interacción con mis amigos, pues podíamos esperar hasta 30 minutos para transferir una canción, aquí la decepción venía con la interrupción de la transferencia o falta de espacio para guardarla en el otro dispositivo.
Poco a poco se le integraron al celular nuevas formas de “interacción”. Ya con cámara en los celulares, vino la captura de todo lo que podíamos para mostrarlo a amigos o familiares, para compartirles una imagen de los lugares que visitábamos o cosas insignificantes, sólo por mostrar el poder de nuestras cámaras. Era una locura descargarlas en la computadora para imprimirlas, ¡ya no necesitaba llevar mi rollo a revelar, podía imprimirlas a color desde la impresora!
“He pasado del uso de lo digital a la locura y viceversa. Y es que pertenezco a una generación de transición tecnológica constante y muy rápida”.
Cynthia Jassel Tweet
Cuando todo evolucionó a tener un ciberespacio personalizado, donde nos nombramos como deseamos, donde compartimos todo lo que “somos” o pretendemos ser y lo que “hacemos” o pretendemos hacer, vino una nueva crisis de locura, porque la cantidad de amigos ya no era suficiente. Ya no bastaba con enviar mensajes a mis amigos, ahora necesitaba más atención, hasta de personas que no conocía. Ya no importaba la efectividad de la comunicación, mientas en mi lista de amigos existiera una cantidad enorme, ¡qué importa el mensaje!, ¡qué importa quién lo reciba! Las interacciones en persona terminaban en pláticas sobre lo que hacíamos en esos ciberespacios y las técnicas que usábamos para editarlo. Al enviar un mensaje, las palabras ya no eran tan necesarias, fueron sustituidas por códigos que considerábamos únicos, divertidos, audaces, que sólo pocos podían entender; éstos fueron cambiando rápidamente por íconos que le daban al texto una parte emocional, emulando los gestos que hacemos al referirnos a algo.
Ha quedado muy poco de esa capacidad de esperar interactuar personalmente con la otra persona, para poder intercambiar genuinos diálogos y gestos. Ahora tengo la inmediatez que tanto quería antes, pero que ahora me esclaviza. Mandar un mensaje, ver en el indicador que ya se recibió, que ya se leyó, y que en ocasiones no obtengo una respuesta pronta, es aquí donde aquella esperanzadora idea de encontrar del otro lado a la persona se esfuma, ya no sólo requiero una respuesta honesta sino una disponibilidad inmediata.
Con el constante crecimiento y designación de las plataformas, creció la necesidad de estar en todos lados para poder compartir más y más sin importar qué o con quién hacerlo. Ya se tienen listas abundantes de amigos, aunque la comunicación real es tan sólo con un puñado de ellos, las llamadas han pasado a un lugar casi obsoleto. Y en la añoranza de esas pláticas sencillas, personales y reales, se nos ofrece una nueva dinámica, la videollamada, la cual se acerca más al “contacto” con la otra persona, incluso si se encuentra en el otro lado del mundo. Definitivamente ésta es una gran herramienta, aunque le falta esa esencia, ese contacto real, ese momento donde ambos pueden experimentar los mismos sonidos, aromas, ambientes, etc.
Sin duda, la videollamada se ha convertido en la mejor aliada ante este encierro y es justo lo que me hace pensar que tal vez con esto podemos revalorar el contacto personal; tal vez estamos reaprendiendo a ser pacientes y esperar tener de frente a las personas que queremos y despojarnos un poco de lo digital, para dedicarle más tiempo a compartir todo lo que realmente somos y hacemos a través de nuestras palabras y gestos, no sólo por emoticonos o avatares.
Username: Cynthia Jassel
Nacida en la Ciudad de México el 9 de septiembre de 1985. Mujer multifacética, que desde pequeña disfrutaba de los cuentos que la hacían imaginar otras historias y personajes que solía dibujar, también gustaba de armar muebles de papel o plastilina, hacer collage con recortes de revistas, eso la impulsó a ser más observadora y poner atención en los detalles.
En la preparatoria cambió su rol social y le parecía mucho más interesante glamorosa y divertida la carrera de Diseño, retomó su “gusto creativo” de la niñez y estudió en la EDINBA. Disfrutó todo el proceso en este ámbito, aunque tuvo un cambio repentino de planes en su vida que la llevaron a retomar ahora, el gusto de ser Odontóloga.
Por sus habilidades matemáticas, impartió el curso vacacional de regularización de chicos de secundaria. Además de aprender y enseñar tuvo la fortuna de conocer personas geniales, una de ellas la invitaría más adelante a participar de su proyecto. Presentó su examen, fue admitida y ahora es egresada de la UNAM como Cirujano Dentista.
Ahora fusiona sus habilidades en dos áreas profesionales, ejerciendo la Odontología pero colaborando ocasionalmente para sus amigos, en la creación de logotipos para sus consultorios. Actualmente, ha tenido el honor de ser invitada a participar de una colaboración en la revista digital USERNAME. Actualmente, ha tenido el honor de ser invitada a participar de una colaboración en la revista digital USERNAME.
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