Siempre en silencio, sin decir lo que me molestaba para que te quedaras. Y así estuve unas semanas, unos meses, unos años, una vida, ¿y qué hice? Esperé a que cambiaras tu forma de ser, cada uno de tus pasos, de tus movimientos. No sabes cuan arrepentida me siento, me pude haber ido de joven, pero mi cobardía me hizo reprimirme.
Fui una de tantas que te preparó el desayuno, la comida, la cena, que te lavó y te planchó, ¿para qué?, para que me lo canjearas por un halago, pues es evidente que ya no me deseas. Ahora tengo que rogar un beso, un abrazo, pero únicamente vomitas rechazo.
Te hubiese puesto la almohada en la jeta para que fenecieras; sólo tuve valor suficiente para pensarlo y recrearlo repetidas veces; pero sentía la necesidad de que te quedaras, de que me castigaras. Sé de tus diversas traiciones y de cada una de tus patrañas. Ya casi no duele. Qué ridículo es pensar que me siento más fuerte y que no es sencillo zarpar porque no tengo barco. Precisaría de otro instante para cambiarlo todo.
Sirviéndole a medio mundo y nadie me sirvió a mí. Heme aquí siendo una resentida- otra más- otra yo. No me alcanza esta vida. Necesito otra para iniciar, para volver, porque ya es tarde para vislumbrar que el tiempo es efímero, que mi vida no fue mía sino tuya.
Siento la necesidad de escribirlo, porque esto que siento me lo llevo conmigo a la tumba. Mi cuerpo está cansado y arrugado. ¡Se me acaba el tiempo y tú no te das cuenta!
A la pobre Melissa se le olvidó llevarse su diario a la tumba. Actualmente Mariano, su esposo falócrata, publicó su libro No me alcanzan estas líneas, haciéndose acreedor de un premio literario por la excelente novela trágica que en carne propia vivió la esposa.