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¿Qué es el lenguaje Inclusivo?

No, Patricio… El español no puede ser más o menos bonito

«El conjunto de la humanidad está formado por mujeres y hombres, pero en ningún caso la palabra “hombre” representa a la mujer. Para que la mujer esté representada es necesario nombrarla» 

Manual de comunicación no sexista

⚠️ Advertencia ⚠️
No, este texto no es una defensa encarnizada del español y sus valores heteronormados analizados por instituciones académicas de criterios prescriptivos, que pueden rayar en lo arcaico. Si esperabas que explicara cómo el lenguaje no debería ser “echado a perder” en ninguna circunstancia, te sugiero detener tu lectura aquí. 
El lenguaje inclusivo no “atenta” en contra de “la estética” (o de los “buenos modales, diría mi abuela) del idioma español; simplemente invita a emplearlo desde el paradigma de que nos referimos a “alguien” de forma neutral, sin dar por sentado su género.
Si no descartaste esta lectura, te felicito: me enorgullece que te estés abriendo a la posibilidad de ampliar tu horizonte, no sólo lingüístico, sino social.

El habla es un sistema que cambia

Antes de seguir, es importante partir del paradigma de que la lengua está en constante cambio, ya que quien habla le adecúa a sus necesidades, por lo que surgen palabras nuevas a las que les llamamos “neologismos”. Un ejemplo es la palabra “selfi” u “autofoto”, del anglicismo selfie, que denomina a las fotografías que se toman los usuarios, generalmente a través de un teléfono inteligente. Hace al menos 30 años, esta palabra era impensable, simplemente porque no había necesidad de nombrar a este tipo de fotos y fue hasta el auge de Instragram que esto fue necesario. Este caso ejemplifica que la o el hablante es capaz de integrar palabras a su vocabulario.

“En latín es cierto que lo masculino y lo neutro se excluyen mutuamente, pero en nuestra lengua no lo ha querido así el uso.” 

Gramática de la lengua castellana

La, el o le hablante entiende perfectamente que, con el avance tecnológico, las necesidades lingüísticas cambian, pero algo que aparentemente no acepta con facilidad son los cambios sociales y sí, estos también interfieren con la estructura del lenguaje. Los cambios sociales son muy difíciles de asimilar, sobre todo desde la ignorancia o desde el privilegio, cuando se ejerce alguna clase de poder.

El factor social en la lengua

Pienso en los movimientos de liberación femenina: los hombres se negaban a aceptar que las mujeres desearan un rol más activo en la sociedad, desde un punto de vista político-económico, y hasta la fecha, todavía algunos ven con curiosidad a una mujer que tiene un cargo público alto o que se dedica a alguna tarea que antes era “exclusiva de hombres”.

Una forma de minimizar el impacto del machismo fue implementar la política de cuota de género, una regla que busca la integración de mujeres a espacios generalmente abarcados por hombres; pero en la práctica se vuelve absurda, porque la o el contratante no busca ampliar su plantilla mujeres por sus capacidades, sino para lucir “inclusivos” y ofrecer salarios menos competitivos, lo cual me parece no sólo hipócrita, sino absurdo.

Todas las generaciones escuchamos el mismo reclamo de “las, les y los mayores”: “Estos jóvenes no saben escribir”, “estas frases de jóvenes”, “como dice la chaviza” o “en mis tiempos no hablábamos así” y efectivamente mis estimados boomers, milenials y “generación X”: la gente no hablaba así en sus tiempos, porque las necesidades culturales y sociales eran muy distintas. Les invito a aceptar esta realidad: estamos en el año 2021, en una época donde la población cobra más consciencia de quiénes son y se sienten más libres de ser quienes quieren. Aunque no lo crean, esto es plausible. Estamos en un punto de la historia en el que basta con “tapar el sol con un dedo” para evidenciar la diversidad sexual. Cambiar el paradigma del lenguaje implica cambios ideológicos importantes que no son un capricho, ya son una realidad.

¿Es posible pensar lenguaje inclusivo en México?

He de aceptar que hace unos años no habría estado a favor del lenguaje inclusivo y no, no tiene nada que ver con el hecho de que “el español suene más o menos bonito” o porque “atente en contra de la economía del lenguaje”; es algo un poco más profundo que eso: nos invita a analizar el lenguaje desde un punto de vista discursivo, así como a repensar los paradigmas ya establecidos; y al ser consciente mi contexto social y político, sabía perfectamente que esto no podía ser posible en una realidad como la de México: un país con altas cifras de muertes por feminicidios y con tan poco respeto hacia la figura femenina. ¿Cómo esperar que alguien que no respeta a las mujeres (ya no hablaremos del respeto al prójimo), además, acepte un género adicional, uno que no atienta la lógica no binaria?

Desde esta perspectiva, yo no veía posible, no sólo la consolidación del lenguaje inclusivo, sino de que pudiéramos avanzar, ideológicamente hablando, a otro nivel de análisis lingüístico: el discursivo.

Paradójicamente, un causante de este atraso en el análisis de la lengua es, ni más ni menos que, la educación básica. Como recordarán en sus clases de español, tenemos varios niveles de análisis lingüístico: fonético, fonológico, morfológico, sintáctico, semántico, pragmático y discursivo… Espera, ¿discursivo?

A grandes rasgos, el nivel discursivo nos hace pensar el idioma, no sólo como una estructura llena de reglas, sino en las implicaciones sociales que determinado texto pueda tener, en el trasfondo real del mensaje que transmitimos, ejemplo:

No es lo mismo decir: “Están invitados aquellos que quieran acompañarme.”

Que: “Extiendo mi invitación a quien quiera acompañarme.”

En la primera oración, únicamente se da por sentado que me dirijo al género masculino, pero en la segunda no especifico a quién me dirijo, lo que abre más la posibilidad de que sea a un masculino, femenino y neutro, sin “destruir” el orden lógico del idioma.

 

lenguaje inclusivo

Si desconoces este otro nivel, descuida, no es tu culpa. Por lo regular, los planes de estudio de la educación básica no lo contemplan, y es que es analizar no sólo el significado en sí de alguna oración, sino el trasfondo discursivo, que va de la mano con el contexto o hasta la intención del hablante. Nos enseñaron que una clase de español es intentar descifrar un complejo sistema llamado “idioma español” que no tiene absolutamente nada que ver con nuestra realidad, tan es así, que muchos no entienden la lógica detrás de (¿Recuerdas los tediosos análisis de oraciones que hacías en clase de español? Eso es un análisis sintáctico.) También nos enseñaron que todo lo que necesitamos saber sobre la lengua están en un 1libro llamado Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española o en el “Pequeño Larousse” y todo lo que no esté ahí, no existe, como si fuera una realidad absoluta e incuestionable, como una especie de orden religiosa a la que no se debe contradecir.

¿Por qué la resistencia hacia el lenguaje inclusivo?

La capacidad de generar nuevos conocimientos se va perdiendo a lo largo de los años, sin embargo su pérdida se debe a varios factores, y este proceso puede retrasarse si incitamos a nuestro cerebro cambie constantemente; pero lo que sí es un hecho es que el ser humano cada vez aprende con menor facilidad y llegará un punto en el que no aceptará más paradigmas o estructuras que tienen que ver con su estructura mental. Un ejemplo es, justamente, distinguir lo binario de lo no binario.

Podemos explicarle a una persona de la tercera edad que existe más de un género, se le podría explicar la diferencia entre género y sexo, y puede tener la capacidad de entenderlo, pero adoptarlo como un nuevo paradigma lingüístico, es una tarea terriblemente agotadora, desgastante, y quizá inútil.

Agreguemos otro grado de dificultad: explicarle a un adulto mayor, que ha vivido bajo los privilegios del heteropatriarcado, quizá homofóbico, es casi un hecho no podrá adoptar este tipo de paradigmas, incluso podría reírse de la posibilidad porque se encuentra totalmente fuera de sus necesidades sociales y no se sentirá con la libertad de adoptarlo, porque no forma parte de su realidad.

Incluso, yo misma, al escribir este artículo, me hice consciente de la cantidad de paradigmas lingüísticos heteronormados que he adquirido a lo largo de mi vida; y aunque fue un reto redactar, no fue imposible.

La inclusión nos invita a ser más empáticos

Un factor fundamental para continuar con la apropiación de conocimientos tiene que ver con algo muy complejo: la voluntad. La gente que tiene la voluntad de seguirse actualizando y de aprender, que comprende que los paradigmas que tiene no son absolutos y que es capaz de adoptar otro tipo de pensamientos; es la que puede aprender y apropiarse del lenguaje no binario para emplearlo y que forme parte de su estilo de vida. Por el contrario, una persona que no tiene plasticidad mental no lo hará. También hay un poco de voluntad de por medio, además de empatía.

La inclusión desde un punto de vista lingüístico no sólo son una serie de nuevos paradigmas que necesitamos para vivir respetuosamente; nos invita a ser mejores personas. La pregunta es, ¿alguien está dispuesto a ser empático, empática o empátique? Me gusta pensar que sí.

Cuando creemos que somos incapaces de adoptar este nuevo paradigma, no solo nos privamos de pensar en el idioma más allá de lo que aprendimos en aulas (también hemos aprendido que las aulas no gestan paradigmas irrefutables, al contrario, transmiten ideas que deben ser cuestionadas, en especial modelos de aprendizaje de los años 50 respecto a la realidad actual, 2021). La inclusión ya es una realidad que no sólo forma parte de la vida de las personas no binarias, y negar su existencia es negar una realidad social.

 

 

 

 

 

Guía del lenguaje inclusivo de géneros. PDF. Consultado el 09/09/2021

https://www.cultura.gob.cl/wp-content/uploads/2017/01/guia-lenguaje-inclusivo-genero.pdf

Manual para el uso del lenguaje incluyente y con perspectiva de género.

https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/183695/Manual_Lenguaje_Incluyente_con_perspectiva_de_g_nero-octubre-2016.pdf

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Sol Girón

Sol Girón

Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Actualmente es content y community manager en una agencia de marketing y becaria de la Coordinación de Igualdad de Género UNAM.

Es feminista, memera de corazón y sarcástica por vocación. Melómana empedernida, amante de la narrativa contemporánea, del café y de toda la cultura vanguardista. No tiene algo más original que ofrecer más que historias desequilibradas y faltas de sentido.

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