Planes que se quedan en nada
O en media página de líneas garabateadas
Esperando en silenciosa desesperación a la manera inglesa
El tiempo se acabó, la canción ha terminado
Pensé que diría algo más
Pink Floyd “Time”
Una de las experiencias más reveladoras que marcaría mi adolescencia y mi futuro gusto musical, fue haber escuchado cierta canción, cuyo rasgo inconfundible es un coro de niños furiosos que sentencian “no necesitamos educación”.
En su momento, esa canción representaba todo un misterio. Ignoraba, por ejemplo, qué banda interpretaba aquella melodía. Poco después sabría que el grupo en cuestión se llamaba Pink Floyd, el cual, era falazmente traducido como “fluido rosa”, sin saber que, en realidad, es la fusión de los nombres de dos músicos de blues. Esta banda inglesa surgida a mediados de los años sesenta, en la plena explosión de la psicodelia, fue definiendo su estilo inconfundible al tiempo que conformaba definitivamente su alineación, tras perder a su miembro fundador y líder, Syd Barrett, cuando éste cayera irremediablemente en las drogas.
Con el paso del tiempo, también conocí cuál era aquella variante del rock que me transportaba a esos escenarios cósmicos y delirantes, a veces épicos y, otras, de ensueño. Ahora sé que dicho estilo es el rock progresivo, surgido en los años setenta, el cual pudiera ser considerado un movimiento de vanguardia en el género, debido a sus constantes experimentos sonoros e innovaciones.
De su nutrida trayectoria discográfica, aquella canción de voces infantiles que no pude sacar de mi cabeza durante años, pertenecía al álbum The Wall, lanzado en el año de 1979, siendo esta el penúltimo del cuarteto inglés antes de la separación definitiva de su bajista, vocalista, y principal mente creativa: Roger Waters. Este disco doble se ha convertido en un referente en la historia del rock y, sin temor a exagerar, de la música en general de siglo xx, tanto por su compleja estructura como a la variedad y experimentación en cada uno de los temas.
The Wall constituyó toda una revelación al descubrir esos arreglos musicales sobrecogedores, con ciertos tintes épicos, operísticos –e incluso, grandilocuentes a consideración de algunos oídos ortodoxos. Las letras de las canciones resultan un tanto desoladoras, conformando toda una trama, que cuenta las diversas facetas de una crisis existencial que parece no tener fin. Desde nuestra llegada al mundo hasta el ocaso de nuestra existencia, The Wall nos ofrece una crítica hacia cada institución que se yergue como un pilar fundamental en nuestras vidas. En el centro de dicha crítica, se puede apreciar una poderosa crítica a las instituciones de control, pero las letras trascienden más allá de ese propósito, tras ofrecer una perspectiva nada entusiasta sobre la familia, la escuela y la vida moderna y sus avatares.
Cada etapa de nuestras vidas parece adecuarse a alguna canción de este álbum. En el primer disco, por ejemplo, In the Flesh? y The Thin Ice, nos sugieren de entrada que vivimos dentro de una gran farsa que puede colapsar en cualquier momento; Mother es esa oda hacia el miedo incapacitante y el apego que destruye nuestro ser; Good Bye Blue Sky aniquila toda esperanza de un mundo mejor; las lapidarias Empty Spaces con su nihilismo y Don´t Leave Now con su desolación nos condena a vagar entre la locura y la desesperanza; y, finalmente, Good Bye Cruel World nos encierra y coloca el último ladrillo de un muro de desolación, del que parece no haber escapatoria.
Mención aparte merece Another Brick in the Wall, aquella canción de coros infantiles que me introdujo, no sólo a esta banda, sino al rock progresivo y al rock en general. Este tema es uno de las más emblemáticos de toda la trayectoria del cuarteto inglés. Dividida en tres partes esparcidas a lo largo del disco uno, esta pieza evoca la desesperación de estar bajo la tutela de una institución que, más que liberarnos a través del conocimiento, busca inocularnos toda clase de dogmas mediante la coerción y la humillación. Another Brick in the Wall es considerada un himno a la desobediencia que, tristemente, sólo cantamos en nuestros adentros cuando queremos deshacernos de toda imposición de la que no nos es posible escapar.
En la segunda parte de este ambicioso álbum doble comienza un leve despertar. Hey You es un grito de auxilio hecho melodía; Comfortably Numb es un tema de reflexión por sí misma, la cual definiría más bien como una catarsis sonora, que nos invita a abandonar nuestro cuerpo terrenal y dejarse llevar por el momento. La letra estremecedora y el imponente solo de guitarra la hacen otra de las composiciones emblemáticas del cuarteto inglés. Podríamos decir que esta canción es a la segunda parte de este disco lo que Another Brick in the Wall es a la primera. Run Like Hell, Waiting for the Worms ponen a prueba la resistencia del escucha, con una evocación clara hacia los terrores de los fundamentalismos; y para cerrar con broche de oro, The Trial y Outside the Wall son el recuento de los daños y el llamado a la esperanza, respectivamente. En esta última canción, Waters te llama a derribar la barrera infranqueable que construyes ante tus semejantes, ya que del otro lado estará la gente que te ama.
Como conclusión y desde mi experiencia, diría que este disco se disfruta y cala hondamente con el paso de los años, justo en los momentos en los que nos aflora la desesperación por un futuro incierto. A cuarenta y dos años de su lanzamiento, The Wall sigue conservando su vigencia. Es considerado junto a The Dark Side of the Moon (1973), y de donde provienen los versos del epígrafe, como una de las obras cúspides del cuarteto inglés. Esta producción marcó un antes y un después en la historia del rock, incursionando, además, en otras formas de expresión artística, pues cuenta con una icónica versión cinematográfica filmada en 1982.
Más allá de las innovaciones conceptuales y musicales, este disco ha pasado a la historia como una obra que toca las fibras más sensibles de la sinrazón de la vida humana, de la crisis de sus paradigmas e instituciones, pero sobre todo, de la vulnerabilidad y la finitud del espíritu humano en la actualidad.

Username: Dalila Castillo Alonso
Latinoamericanista inconclusa. Mi sueño guajiro es vivir de la escritura creativa y la docencia. Formé parte del equipo fundador de la Revista del Colegio de Estudios Latinoamericanos. Me apasionan las novelas gráficas, las caminatas largas y tengo un gran amor por mis mascotas.