Cuando la pandemia comenzó llamó mucho mi atención un particular video de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) titulado Nadie sale campeón solo. En dos minutos y treinta y cinco segundos de duración, los publicistas de la AFA invitan a los argentinos a quedarse en casa y seguir las recomendaciones de las autoridades. Para ello, mezclaron imágenes sobre varios momentos de la pandemia con otras de la selección argentina a lo largo de la historia. La retórica es potente: “Nadie sale campeón solo. Ni Diego en el 86, que sin ese gol de Burru no hubiera levantado la copa, ¿o no? Argentina te tiene a vos y te necesita para ganar”.
Cuando terminé de ver el video ya estaba conmovido. La fusión de imágenes, las metáforas referentes al fútbol y la vida son emotivas y certeras, pero más allá del análisis detallado del mensaje –su forma y contenido– el video sembró dos ideas en mi mente que seguramente ninguno de los publicistas pensó para su público: la muerte y la derrota. Como originario de un país en el que el futbol es el espacio del fracaso, pensé que realizar un video como el de la AFA para los mexicanos conduciría a la elaboración de un mensaje melancólico, algo más parecido a lo que te hace sentir un bolero que al luminoso spot de los argentinos.
Nuestra relación con la muerte y la derrota
Nuestra relación con la muerte y la derrota es tan enigmática como fascinante. En una parte de México cada 1º y 2 de noviembre esperamos, con un festival de aromas, colores y sabores, a quienes ya no están con nosotros. Creemos que volverán, así que preparamos sus platillos preferidos, adornamos un altar, colocamos sus fotografías, compramos flores de cempasúchil, servimos sus bebidas predilectas, todo eso con la esperanza de que nuestros muertos nos vean, recuperen los sentidos por un momento y escapen de la muerte. Por otra parte, solemos resistir el fracaso deportivo con estoicismo y parece que no nos avergüenza admitir que “jugamos como nunca y perdimos como siempre”, como si en esa frase se congregara nuestro ethos. En medio de un fenómeno de escala mundial como la pandemia de este año, ¿cómo enfrentar la adversidad si parecemos enamorados de la derrota y hechizados por la muerte?
Lo que podría verse como un coctel para el fracaso y la perdición –derrota y muerte– o como etapas de un mismo proceso, en donde una es la consecuencia de la otra – perder el partido contra el Covid 19 conduce a morir– me pareció, en realidad, una última morada para la esperanza o, dicho de otro modo, una forma muy particular de vivir el luto, llevar el duelo, vivir con la consciencia de que algo o alguien ya no volverán. ¿Pero eso es cierto, ya no volverán?
Contrario a lo que podría parecer, a veces me da la impresión de que hacer de la derrota un orgullo implica no dejarle lugar a la resignación. Es un desafío la negación de que, en el fondo, todo está perdido. Fuimos derrotados, vale, pero cada uno de nosotros cree, muy dentro de sí, que en el siguiente mundial sí pasamos al quinto partido y si las estrellas se alinean ganamos el mundial, porque en el fondo sabemos que “sí se puede”. Es muy similar a esa particular forma de llevar el duelo cuando nuestros seres queridos mueren.

Vivimos con la muerte tan presente en nuestra cotidianidad que poco a poco comienza a convertirse en algo que no es el fin de la vida, sino la continuación de otra cosa, un tránsito hacia algo que no sabemos explicar muy bien pero que creemos que existe. ¿Otra vida, otra forma de existencia, la transformación del cuerpo en recuerdos o un cambio de morada? No lo sabemos, pero no nos resignamos a que el último aliento sea, en realidad, el último. Por eso derrota y muerte no son tan grises para muchos de nosotros, en realidad, son muy coloridas. Y ésa es nuestra forma de llevar los duelos. Con aromas, sabores y muchas tonalidades, en suma, con movimiento, porque el movimiento es vida.
Creo que los publicistas argentinos no se equivocaron al decir que “nadie sale campeón solo”. Yo agregaría que nadie es derrotado solo y nadie muere solo, porque muerte y derrota son la otra parte de los binomios que se completan con triunfo y vida. Noviembre se aproxima y la pandemia no cede. Parece que en México estamos perdiendo el partido y ya muchos perecieron. Ojalá la visita de nuestros muertos, entre colores y aromas de cempasúchil, nos recuerden que el partido no está acabado y que no hay lugar para la resignación.
Username: Cacomixtle
Autor: Giovanni Alejandro Pérez Uriarte.
Licenciado en Estudios Latinoamericanos y Maestro en Historia por la UNAM. Sus investigaciones versan sobre la historia social y cultural del futbol. Desde que era un niño supo que quería ser historiador. Le gustan las palabras esdrújulas, andar en bicicleta y mirar cacomixtles, a quienes considera sus hermanes. Se considera torpe en el uso de la tecnología. Quizá por eso el mundo digital le parece enigmático, misterioso y casi inevitable.