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Maradona: entre el genio y el monstruo

No faltaron los fanáticos que ignoraron los episodios oscuros y hacían del futbolista algo parecido a una deidad griega que se equivoca pero que, no por eso, deja de ser un “D10s”.

El pasado 25 de noviembre murió Diego Armando Maradona y las redes sociales se llenaron de mensajes al respecto: por un lado, estaban quienes lloraban la partida del genio del balón, el “D10s”, al tiempo que destacaban sus vínculos con las izquierdas latinoamericanas y su lucha en favor de la unidad regional; por otro, quienes señalaban su historial de episodios oscuros, en los que figuraba no sólo el consumo de drogas, sino la violencia hacia las mujeres y los casos de pederastia. Maradona “es, ahora, un violador y pedófilo menos, gracias a las diosas. Hoy mi corazón brilla”, leí entre los cientos de comentarios. Ay, Diego, te tenías que morir en un 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Lo tuyo siempre fue incomodar y llevar todo hasta las últimas consecuencias. Ni en tu muerte dejaste de hacerlo.

Un vistazo a las redes me dejó poco menos que aturdido. El tema del momento fue Maradona y había una especie de disputa entre quienes lamentaban su muerte y quienes detestaban su figura. Por un lado, algunas y algunos montados en un pedestal de pureza y superioridad moral señalaban a Diego como una aberración, un monstruo que debería ser borrado de la historia; desde esta postura, acusaban a quienes lamentaban su partida de “querer ser como él”. Por otro, no faltaron los fanáticos que ignoraron los episodios oscuros y hacían del futbolista algo parecido a una deidad griega que se equivoca pero que, no por eso, deja de ser un “D10s”.

A todo esto, me pregunté: ¿por qué Diego nos resulta tan incómodo? ¿Por qué a mí, como hombre, historiador, latinoamericanista, amante del futbol y latinoamericano que se asume de izquierda, debería importarme la vida de Diego? ¿Cómo debería aproximarme a su figura?

Maradona en su laberinto

La cronología sobre el consumo de drogas de Diego Armando Maradona está ampliamente documentada. Desde su arribo a Barcelona, su paso por Nápoles, hasta su regreso a Argentina, los excesos acompañaron la vida del “Diez”. Esto, desde luego, nunca fue un secreto. Durante sus últimos años tampoco estuvo lejos del escándalo. En 2014 su pareja sentimental, Rocío Oliva, difundió un video en el que se mostraba a Maradona en estado de ebriedad mientras la agredía verbal y físicamente. La pareja rompió su vínculo cinco años después.

Maradona
Durante el Mundial de 1982. MARK LEECH (GETTY IMAGES)

La disputa por el reconocimiento de sus hijos fue otro de los problemas recurrentes. El último caso fue el de Santiago Lara, con la particularidad de que su madre, Natalia Garat, era menor de edad en el momento de su concepción. De acuerdo con los abogados de Lara, se tenían pruebas de la relación entre Maradona y Garat, quienes estuvieron juntos durante cinco años.

Las acusaciones de pederastia no pararon ahí, pues Anonymous difundió una serie de imágenes del astro argentino semidesnudo, en el que aparecía con dos mujeres supuestamente menores de edad. Tras ello, el abogado de Maradona comentó que las imágenes se difundieron cuando Diego se “aprestaba a reconocer a tres hijos que tenía en Cuba”. No se dieron más explicaciones, como si se tratara de esconder la basura bajo la alfombra.

El “barrilete cósmico”

Podríamos pasar horas mirando los registros en video de Maradona con el balón, su inteligencia y extraordinaria técnica en el campo quedan fuera de toda duda. No obstante, la fascinación de la grada por su figura no sólo se debía a su talento. Diego nació en Villa Fiorito, provincia de Buenos Aires, y desde sus primeros años enfrentó la adversidad. Alguna vez Simón Bolívar se definió a sí mismo como “el hombre de las dificultades”, Maradona también hubiera podido definirse de ese modo. En la pobreza del potrero depuró sus gambetas, afinó su picardía y forjó un carácter rebelde y explosivo que jamás abandonó. Su ascenso meteórico desde su debut con Argentinos Juniors, su paso por Boca y su salto a Europa con Barcelona, lo consagraron como una estrella del balompié mundial.

No obstante, lo más llamativo de Diego no era su dominio del balón, sino lo que hacía con Maradona, el personaje, la figura. Pocos futbolistas han tenido consciencia de la importancia que tienen para los sectores populares, Diego la tenía y nunca olvidó de dónde vino. Sabía que, para los desprotegidos, marginales, invisibilizados y pobres, era un ejemplo de resistencia, una esperanza. Su fichaje por el Napoli, un equipo pobre del sur de Italia, fue todo un acontecimiento. Los llevó de pelear para evitar el descenso, a enfrentar a los clubes ricos del norte, hasta ser campeones de liga y copa, así llegaron a ser un conjunto protagonista de Europa.

Sin embargo, su momento de mayor brillo lo vivió en el mundial de México 1986. Para las y los argentinos aún estaba fresco el recuerdo de la guerra de las Malvinas, por lo que el enfrentamiento contra los ingleses en cuartos de final tomó tintes de revancha. Ahí nació “la mano de Dios”, un acto tramposo, deshonesto, pero también rebelde y de profundas implicaciones simbólicas. En el mismo partido Diego se quitó a medio equipo inglés para hacer el gol más bello en la historia de los mundiales. Eso no era sólo un partido, era una venganza, un escupitajo al imperio, una reivindicación de Argentina y de toda América Latina.

Esa no fue la única ocasión en la que Maradona mostró que sabía lo que representaba y el impacto que podía generar. Consiente de su potencial simbólico, se mostró cercano a los organismos de derechos humanos como las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo; presumió su admiración por Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro; se hizo amigo de Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales; no dudó en apoyar los proyectos de los gobiernos progresistas de América Latina; y así lo hizo hasta sus últimos días.

Diego de cuerpo entero

Alguna vez Maradona declaró: “Me podrán decir que estoy mejor que antes, pero nadie está adentro mío. Yo sé las culpas que tengo y no las puedo remediar”. Si su declaración fue honesta o no, es algo que sólo él supo. De cualquier modo, con sus luces y sus sombras, me parece que Diego es un personaje imprescindible de la historia reciente. Creo que su figura resulta tan incómoda porque no sólo simboliza la esperanza y la resistencia de los desposeídos, también representa los aspectos más monstruosos de nuestra sociedad. Los excesos, la violencia contra las mujeres y las acusaciones por actos de pederastia no son, de ningún modo, acciones aisladas. Se trata de comportamientos cotidianos que tienen lugar en el centro de nuestras comunidades, son males estructurales y sistemáticos. Diego incomoda porque verlo, quizá, es vernos a nosotros mismos, con nuestras atrocidades, nuestra esperanza y nuestras contradicciones. En ese sentido, más allá de lo que sucedió con su vida, me interesa conocer el modo en que su figura será referida y resignificada por las próximas generaciones.

Alguna vez Diego declaró: “Yo voy a ser blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida”. Creo que se equivocó, porque a medida que nos acercamos a él su identidad se torna más confusa. Todas y todos estamos llenos de matices y oposiciones, por ello, considero que aproximarse a la historia del “Diez” implica conocer sus facetas en toda su complejidad. Para mí, Maradona representa muchas de las cosas que quiero, y otras tantas que no, para mi mundo. Creo que su vida puede resultar un claro ejemplo de las masculinidades tóxicas que no debemos construir. Al mismo tiempo, su sólida conciencia de clase, su compromiso con las causas de los desposeídos y su desafío a los poderosos, resultan posturas inspiradoras, por decir lo menos.

A Maradona hay que verlo de cuerpo entero, con sus múltiples significados, compromisos y opacidades, sin justificar sus actos abominables y sin ignorar los heroicos. Después de todo, los seres humanos somos caóticas madejas de contradicciones, pero podemos aprender mucho de eso. Al fin y al cabo, dialécticas y no otra cosa son la historia, la vida y la humanidad.

 

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Giovanni Alejandro Pérez Uriarte

Username: Cacomixtle

Giovanni Alejandro Pérez Uriarte. Licenciado en Estudios Latinoamericanos y Maestro en Historia por la UNAM. Sus investigaciones versan sobre la historia social y cultural del futbol. Desde que era un niño supo que quería ser historiador. Le gustan las palabras esdrújulas, andar en bicicleta y mirar cacomixtles, a quienes considera sus hermanes. Se considera torpe en el uso de la tecnología. Quizá por eso el mundo digital le parece enigmático, misterioso y casi inevitable.

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