"Si un león pudiese hablar, no podríamos entenderle."
Ludwig Wittgenstein Tweet
Cuenta una antigua leyenda mexicana que “…Hace mucho tiempo, los animales hablaban y hacían cosas de personas…” La historia, como muchas otras, relata un tiempo donde animales y humanos se entendían y podían apoyarse, un tiempo donde la delgada línea entre nuestra humanidad y nuestra animalidad era una misma: perfecta, clara y comprensible.
Pero como en toda buena historia ocurrió la catástrofe. Un día, la línea se fracturó y convirtió la hermandad en enemistad. Así comenzó una guerra que todavía no termina.
En esta guerra, los animales han llevado la peor parte. Sometidos, esclavizados, utilizados y asesinados levantan su “voz” a través de un intermediario que no es otro, que su propio verdugo, quien reconociendo su animalidad ha iniciado ya una lucha para impedir que la violencia hacia estos hermanos menores prosiga.
La lucha contra la violencia
Así, desde hace unos años, una parte de la sociedad se ha pronunciado por detener esa violencia y ha promovido la concientización y la creación de leyes. En México, por ejemplo, en el 2013 entró la primera ley contra el maltrato animal que contempla sanciones económicas y pena en prisión para quienes cometan delitos de crueldad contra todos los animales no humanos, ya sean de compañía, domesticados o silvestres.
Pareciera que todo va bien, sin embargo, la realidad no pinta así. El maltrato y la violencia hacia los animales tienen profundas raíces relacionadas con nuestra personalidad, cultura e historia. Descubrimos así, que la violencia ejercida contra esos hermanos menores es en realidad nuestro espejo hacia el maltrato infantil, el maltrato a los adultos mayores, la violencia de género y otras violencias que nos merman día con día.
El maltrato y la violencia hacia los animales tienen profundas raíces relacionadas con nuestra personalidad, cultura e historia.
José Juan Sánchez Tweet
Violencia que predispone a más violencia
Muchos dirán que es exagerado el asunto, pero se han hecho estudios que han encontrado que la violencia hacia los animales es un factor que predispone a la violencia social. No me gusta caer en lugares comunes, pero es inevitable traer análisis como el de Nelly Glatt F., quien ha señalado que: “…los niños que maltratan a sus animales de compañía pueden ser testigos de actos crueles contra seres humanos o ellos mismos ser víctimas de abuso por alguien mayor y con más poder” y donde “…la crueldad origina violencia, y la violencia, delincuencia.”
Los animales señalan a los potenciales agresores
Algo que mueve a la reflexión y digno de atender, es que la violencia ejercida contra un animal es sin duda un indicador de violencia intrafamiliar y donde el que ejerce la violencia está mandando una señal. Por ejemplo, en una pareja disfuncional, maltratar al animal de compañía de la otra persona se convierte en una amenaza, chantaje, coacción o clara intimidación para silenciar no ya al animal, sino a la otra persona.
Está claro que los animales son un gran apoyo emocional sobre todo en mujeres que son víctimas de violencia, porque se estrecha un fuerte lazo con esa compañía no humana que alivia su aislamiento.
El animal como objeto de nuestras frustraciones
Podríamos seguir ejemplificando con más casos, sin embargo, la violencia contra los animales tiene otras vertientes que van en contra del animal mismo y que si lo analizamos, nos llevan por el camino de las crueles sutilezas humanas que buscan hacer invisible o disfrazar lo que claramente es VIOLENCIA. ¿Ejemplos?
Humanizar a tu animal es quitarle ese aspecto esencial de su naturaleza, es llevar al animal a la esclavitud perfecta donde se convierte en un ser sumiso y a la merced de nuestros deseos y caprichos. Claro, para nosotros es “bonito” “simpático” incluso “tierno” ver al animal así sometido y no paramos de justificar esos actos que sin duda, podríamos llevar a cabo con otros humanos si estos no tuvieran consciencia y libertad como no los tienen estos seres a los que llamamos mascotas.
¿Otro ejemplo? El abandono de tu mascota, pero no en la calle, sino en el “hogar” que le hemos asignado. Así, hay animales que permanecen horas encerrados, en muchos casos amarrados y en el peor de los casos, a la intemperie. Animales como perros que necesitan ejercitarse y tener compañía, quedan con su cuerpo y psique dañada para siempre por su “amo” quien al tener un poder mayor, ejercita una violencia, su violencia.
No entendemos, sometemos
Podríamos hablar de torturas, trabajos forzados, falta de cuidados y una larga lista de agravios en contra de estos seres a los cuales ya no entendemos, sino sometemos, quizá porque hemos sido incapaces de recuperar esa vieja hermandad que en otro tiempo pudo existir y que ahora convierte al animal en “incomprensible” o ajeno, y donde las palabras del filósofo Wittgenstein caen sobre nosotros: “Si un león pudiese hablar, no podríamos entenderle” y dadas las actuales circunstancias, aunque le entendiéramos, buscaríamos doblegarlo porque humanos y animales somos.

Username: José Juan Sánchez A.
Mesoamericanista y comunicólogo por la UNAM, esperantista por convicción, pero sobre todo aficionado a las buenas pláticas, los viajes, los libros y los mininos, por supuesto.