Las transmisiones deportivas suelen bombardearnos con mensajes publicitarios de distintos tipos. Algunos de los más recurrentes son los relacionados con casas de apuestas nacionales o extranjeras. Podría pensarse que la relación entre los deportes y el negocio del “azar” es reciente, pero no es así. En realidad, desde que el deporte comenzó a constituirse como tal en la segunda mitad del siglo XIX, ya tenía relaciones muy estrechas con el seductor mundo de las apuestas. Cuando en la década de 1860 se organizaban las primeras competiciones de ciclismo en Inglaterra y Francia, ya había quienes organizaban quinielas o juegos de ese tipo. Lo mismo sucedía cuando los taberneros ingleses gestionaban las peleas de boxeo o cuando el futbol ganó más popularidad en los países británicos durante las décadas de 1870 y 1880.

Las apuestas a la luz de la era digital
La era digital y el desarrollo de nuevas tecnologías ha fortalecido el mundo de las apuestas, de eso no hay duda, puesto que permiten ingresar en el negocio más rápidamente, de modo casi inmediato, en tiempo real y desde el lugar en que te encuentres, sin mayor herramienta que tu teléfono inteligente. ¿Pero cómo explicar la exitosa relación que desde hace más de un siglo tienen el deporte con el gran negocio de las quinielas? ¿Cuál es la base de esa relación, el principio que la sostiene? ¿Qué se vende en ese negocio?
En este punto vale la pena hacer una precisión. Las quinielas deportivas no son precisamente juegos de azar, porque el deporte no es azaroso. Si bien es cierto que solemos atribuir a la fortuna varios de los acontecimientos de nuestra vida diaria, en realidad difícilmente alguien se atrevería a decir que los resultados deportivos son absolutamente producto de la buena suerte de los competidores. El esfuerzo, la habilidad, la disciplina, así como el desarrollo de tácticas y estrategias pertinentes –según el deporte y la competición– explican que los deportistas sean campeones o queden relegados al olvido. De modo que cuando alguien decide introducirse en el mundo de las apuestas deportivas no pone a la fortuna como su principal aliada. En realidad, apela a sus conocimientos sobre la disciplina para anticipar los resultados y, en función de eso, tomar decisiones. Es decir, desarrolla un ejercicio racional, se vale de cálculos y conocimientos.
La esperanza: Enemiga y amiga del apostador
No obstante, es importante recordar que más allá del ejercicio racional que supone decidir a favor de qué equipo o resultado apostarás, existe un elemento que atraviesa cualquier tipo de razonamiento y, considero, es la base de la relación entre espectáculos deportivos y apuestas. Ese es la esperanza. Quizá como en ningún otro aspecto de nuestra vida, la esperanza ocupa un lugar de honor en el desarrollo de los deportes. Difícilmente alguien tendría la expectativa de que la economía crecerá el próximo año, cuando el mundo intente adaptarse a la etapa post-pandemia. Del mismo modo, pocos mantendrían intacta la ilusión de que los políticos y militares corruptos aliados con el narcotráfico desde hace décadas recibirán el castigo que merecen. Sin embargo, más de uno mirará con los ojos llenos de esperanza el primer partido de la selección mexicana en la copa mundial de futbol, porque la quimera de que es posible ganar es lo que hace de las prácticas deportivas algo tan seductor. Y a las pruebas nos remitimos.
Cuando en mayo de 2016 el Leicester City fue campeón de la Premier League, sus aficionados recordaron que en el mundo del deporte todo es posible, la esperanza nunca está perdida. Lo mismo sucedió cuando un rollizo Andy Ruiz enfrentó al atlético Anthony Joshua y, con las apuestas en contra, lo despojó de sus títulos para proclamarse campeón mundial de los pesos pesados. Las apuestas deportivas son tan exitosas porque, en el fondo, nos venden la idea de que, más allá del azar e incluso de la razón, siempre es posible ganar. Porque si en el mundo del deporte todo es posible, la esperanza no tendrá fecha de caducidad, y para el negocio no hay nada mejor que lucrar con aquello que, queramos o no, nunca dejaremos de necesitar.

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Autor: Giovanni Alejandro Pérez Uriarte. Licenciado en Estudios Latinoamericanos y Maestro en Historia por la UNAM. Sus investigaciones versan sobre la historia social y cultural del futbol. Desde que era un niño supo que quería ser historiador. Le gustan las palabras esdrújulas, andar en bicicleta y mirar cacomixtles, a quienes considera sus hermanes. Se considera torpe en el uso de la tecnología. Quizá por eso el mundo digital le parece enigmático, misterioso y casi inevitable.