En marzo, cuando se anunció el inicio de la ahora eterna cuarentena, muchas personas me preguntaban cómo estaba la situación en Tepito, y a modo de broma yo respondía: “a Tepito nada lo para, sólo los martes” o “ni el COVID entra a Tepito”, ya que nunca, al menos en la zona donde yo vivo, se detuvieron las ventas. No voy a negar que es una irresponsabilidad por parte de la comunidad tepiteña, tanto de vecinos, como de comerciantes, pero salir a vender y a comprar es un riesgo que muchos están dispuestos a correr.
Muchos de los comerciantes estaban renuentes a dejar sus labores, pues la mayoría son personas que viven al día, que lo que ganan es lo que gastan para alimentarse. Al principio todo parecía ser normal, estaban los mismos puestos y la gente venía a comprar. Al poco tiempo se anunció que las muertes aumentaban, que llegaríamos al tan temido “pico de la curva”, y fue entonces que nos cerraron los mercados, el de tenis y el de electrónica. Muchos de los locatarios de los mercados buscaron espacio afuera y, en general, fueron bien recibidos por los vendedores de puestos ambulantes. Aunque la mayoría de los comerciantes se mantenían firmes a continuar con las ventas, algunos dejaban de ir, algunos otros que sí se recluyeron en casa volvieron, pero Tepito jamás se detuvo.

Respecto a las ventas, todo es un sube y baja
Hace muchos años, Tepito siempre estaba lleno, era difícil caminar entre tanta gente, se complicaba escuchar entre los gritos de los comerciantes, los diableros pasaban entre los pasillos empujando a las personas; lo recuerdo caótico, pero lleno de esplendor. Se dice que, con el TLC, con las plazas y con el crédito, todo fue empeorando poco a poco. Ahora hay menos ventas, hay menos gente, hay menos ruido.
Durante estos meses todo ha sido muy duro. Las ventas bajaron tanto, que los comerciantes comenzaron rematar zapatos que estaban en más de $500, comenzaron a bajar hasta llegar a $150, la ropa, los tenis, las películas, las chácharas… todo estaba de remate. Pero con el paso del tiempo, con los centros comerciales y el centro cerrados, la gente comenzó a ir a Tepito.
De repente otra vez había gente, las ventas de los comerciantes que aún se mantenían (y mantienen) firmes, subieron. Yo no sabía ni sé qué pensar. Por un lado, me preocupaba mucho que los contagios aumentaran, pues la gente no se cuidaba, no tenían precaución, comían en el mercado, caminaban con sus cervezas en la mano, se quitaban el cubrebocas; pero, por otro lado, me hacía mucha ilusión ver el movimiento que había y la fuerza con que Tepito se mantenía. Sé muy bien que esto segundo no está bien, no es lo ideal en este momento, pero, ¿qué más puedo pensar si ellos continuarán trabajando?
De nuevo el semáforo en rojo
Para los comerciantes hay algo hermoso a lo que llaman “temporada”. Se trata de tres semanas (del 16 de diciembre al 5 de enero) en que las ventas aumentan, la distribución de los puestos cambia y no hay martes para descansar. Ahora que esta temporada acaba de iniciar y el semáforo en rojo volvió, ¿qué va a pasar?
No niego que no deberían trabajar, que deberían aislarse y mantener la sana distancia. No niego que deban parar labores, pero nada los detuvo en marzo-abril, cuando la reclusión se percibía más estricta que ahora, en especial si le agregamos el factor “temporada”. Doy por hecho que todo continuará y resulta muy lógico, pues otros lugares para comprar estarán cerrados y, por alguna razón cultural, las fiestas navideñas son muy importantes para nosotros, los regalos para los niños y estrenar ropa, aunque sea en navidad.
El semáforo en rojo volvió y en la época más alta de ventas, además otros espacios de comercio estarán cerrados. Dudo que puedan cerrar Tepito, es seguro que habrá más gente, que las ventas aumentarán tanto como los contagios y que a Tepito nada lo detendrá.
Sé que para muchos de ustedes, lectores, esto suena a locura. Arriesgarse así sólo por las fiestas, solo por un conjunto de ropa o por el juguete de un niño, pero para otras personas es muy importante. Créanme, no los defiendo, pero tampoco los puedo obligar a no salir a trabajar, a no salir a vender, a quedarse en su casa. Solo les puedo esperar que se cuiden, que sí tomen las medidas necesarias, que no arriesguen a sus hijos.
Karla Selene Campos. Odiaba que le dijeran «Karlita», hasta que ya no. En su trabajo enseña cosas inútiles que ha aprendido a lo largo de su vida: reglas de ortografía, esquemas textuales, coreano a mexicanos y español a coreanos. En su tiempo libre, practica natación, ve dramas coreanos (muchos dramas coreanos), pretende hacer difusión sobre lingüística en Lingüística Crítica y… ¿Trabaja?