Este exceso de risas y la aparente necesidad de tomarse nada en serio nos ha valido férreas críticas a todos los millennials asiduos a la zona dank del internet. Somos niños que sin quererlo, ni desearlo en realidad nos convertimos en adultos, como los Rugrats en ese episodio bizarro donde tienen cuerpo de gente grande, pero cabezas de bebé.